Pese a que la veda rige hace casi un mes, decenas de tucumanos continúan volcándose a los ríos de la provincia para pescar las especies protegidas porque están en pleno ciclo reproductivo. El “no pasa nada” es simplemente un ataque al medio ambiente que no sólo afectará a los amantes de este deporte, sino a toda la comunidad.
Las redes sociales son la vidriera del incumplimiento. Decenas de usuarios suben imágenes de las piezas que capturaron en distintos cursos de agua. Algunos se jactan de haberlos capturados con redes, método de pesca que está prohibido en nuestra jurisdicción.
Con la crecida de los ríos, los ejemplares de sábalos, bogas, bagres y dorados remontan los cauces para desovar (soltar sus huevos o huevas). Transformándose en una carrera por la vida, los peces intentan buscar el lugar ideal para cumplir con el ciclo reproductivo. Se estima que una ejemplar adulta puede depositar entre 200.000 y 800.000 huevos para que el macho los fecunde. De ese número, menos del 70% se transforma en alevines ( crías recién nacidas). De ahí se transforman en el eslabón de la cadena alimentaria de los ambientes, por lo que se estima que menos del 20% llega a sobrevivir.
Después de muchos años, la fauna ictícola volvió a crecer en todo el NOA. Sería un desperdicio desaprovechar este repunte poblacional, especialmente del dorado, una de las especies más codiciadas por los pescadores de todo el mundo. Cada vez son más las provincias que eligen esta actividad para atraer a los turistas que buscan nuevas experiencias. La pesca limitada, controlada y protegida, es uno de los grandes motores del turismo en el ámbito nacional ¿Qué sería del Litoral si no protegiesen al río Paraná?
En nuestra provincia no se realiza reproducción artificial de estas especies, por lo que el debido cumplimiento de la veda es vital para que varias generaciones puedan seguir disfrutando de la pesca. También es fundamental para todos los tucumanos. Los sábalos, por ejemplo, son peces que se alimentan de microorganismos facilitando así la potabilización del agua. Lamentablemente, los tucumanos aprovechan el éxodo masivo de los peces para capturarlos con mayor facilidad. Una tormenta de verano genera un aumento del caudal y los pescadores furtivos atacan los ríos. Muchos de ellos esperan esta situación para acopiar ejemplares para venderlos en Semana Santa. El agravante es que a esta actividad la desarrollan sin tener en cuenta las más mínimas normas para preservar alimentos.
Urge que el Estado atienda esta cuestión. No sólo se deben intensificar los controles, sino que sería importante iniciar una campaña de concientización para preservar el medio ambiente y la vida también. Ocurre que con el afán de obtener la mayor cantidad de ejemplares, los pescadores ponen en riesgo su vida ingresando a los cauces crecidos.